©Victoria Lucía
Aristizábal
Cuando la pasión me mira y hace desfallecer el alma,
aparece la intimidad que desea conquistarla y crece en mi interior,
multiplicando misivas que invitan al placer y no hay otra cosa que hacer que
abrazarlo apasionadamente aunque no tenga al lado un quién, ¡que felicidad
produce! Es realmente embriagador cuando transita por todo el cuerpo haciéndome
sentir que el es mi casa y que todo se relaja recibiendo estos mensajes íntimos
que vuelven alocado el corazón y se dispone a amar porque no sabría hacer otra
cosa y se complementa a sí mismo en el sí misma que se alía libremente para
aceptar el beneficio de este sentimiento tan profundo que me deja la suavidad
del aceite perfumado de mis propias emanaciones, tan naturales y sentidas en una
ceremonia sagrada para quién acepta su sexualidad como un patrimonio de
bienestar tan saludable, que no hay dolor, es bálsamo depurador que despierta el
ser para amarle deliciosamente en un entrelazamiento que me causa temblor, unas
sacudidas necesarias para que el éxtasis de paso a la ternura.
Me ofrece la emoción en su túnica imperial con la intención
más pura como la que hacemos en un juramente conyugal aunque no sepamos que el
otro nos miente, es brillante ese estar casada consigo misma sin tiempo y sin
máscaras, sin esperas ni desesperos, solo el amor se ama y la pasión se apasiona
y en el yo misma me contemplo encontrando que me quiero y cedo a la hermosura
que significa sentirme plenamente sin saber cómo y dónde sucede, todo se presta
y se hace poema en los propósitos y prosa en los aprecios y la felicidad es tan
sensata que no se sabe si es demasiado o poco, solo es abundante en el deleite,
una compañía que me levanta incrustándose en mi corazón como las estrellas en el
cielo y todo en mi, triunfa, porque es tan grato y anhelado que agradezco el don
que me otorga gozarme!
La mujer en mi resplandece y me inspira lo que la pasión me
otorga y me invita al ánimo cautivador como si me dispusiera a conquistar el
mundo como amigo y en este clamor calmante me lleno de coraje afirmando mi
vínculo con mi propia vida y ligo mis brazos en abrazos y sueño los besos que
alguna vez me dieron con locura y soy amante y me declaro asombrada de este
contraste que nos presta la vida en espasmos ya sin prejuicios, porque se que
estoy conmigo sanamente convirtiendo en estima el éxtasis que se despierta
impredeciblemente y entablo de nuevo una amistad más sólida y me bebo en la
imaginación lo que en la realidad no podría. Bella ella que me facilita este
poder para afinar mis sentidos y conocerme mejor y en este dulzor son mágicas
las palabras que unen un “te amo” invisible que me mira con ojos de traerme el
alba y cómo se satisface y agrada lo que en mi guardo después, cuando no hay
peligro ni duda y solo se siente que ardo en un “hacer el amor” hasta que llega
el sueño y amanece el ser depurado después de haber dicho AMÉN.
EL PODER DEL
AMOR
©Victoria Lucia
Aristizábal
Con cada nueva mirada que me
llega
Con cada caricia que me
abraza
Con cada toque que se
entrega
Mi cuerpo y mi alma se
entrelazan
Amar y sentir es vivir a cielo
abierto
Con cada nuevo compulsivo
ensayo
Un renacer que siento y en que me
hallo
Resucitarse queriendo lo que es
cierto
El amor es poder que me
conquista
Sin planes, esbozos o
elaboraciones
Es allanar el terreno en
cada arista
Dándole al ser sus ciertas
emociones
Los sentidos que penetran y
convidan
El tacto que eriza y
transfigura
Dando albergue a la pasión que
anida
En mi soledad que aplica su
ricura
Viene y se va, más vive al
acecho
Algo que nace, vibra, tiembla y
quiere
Haciendo el amor que no se ha
hecho
Fuego que quema más no
hiere
Pulso de mi amor que estoy
viviendo
Con la vitalidad con que
transita
Accesible en todo lugar,
moviendo
Todas las energías propias que
visita
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